Para decir adiós

Venía turbulento y constante como las olas al romper. Una tras otra frente a mí.

Esa tarde, supuse que dando vueltas de playa brava a cavancha más rápido de despojaría de mí el dolor. Dejé mis huellas sobre la arena con cada paso y, justo tras de mí, tu recuerdo se fue difuminando con la brisa del mar.

Nuevo comienzo

Vino a mí como cuento del pasado, en los tiempos del salitre; de esfuerzo, sacrificio y sudor.

De pronto, pude sentir los rieles vibrar sobre el cerro dragón, y me pregunté: qué se habría sentido venir de tan lejos, cubiertos de hojas verdes que el desierto marchitó. Pero no así, los sueños de prosperidad que guardaba con recelo dentro de su valija. Glorioso sentimiento, dando pasos tímidos sobre proclamada tierra de campeones.

De celebración

Bebiendo y riendo, así es como familia y amigos pasaban sus sábados de cada mes. Cuando el reloj tocaba las 11, todos yacían alrededor de la mesa. Cena en el hogar de los Ardiaca, qué banquete.

El tío Carlos, gritó desaforado, que las papas a la huancaina estaban frías, mientras Lucia pelaba a su hermana Mariana por el vestido que se empeñaba en alardear, y yo me embutía panes con mayo casera que preparó la tía Mercedes con tanta delicadeza.

Esa noche de manjares e historias de tiempos mejores, fui cautivado por ese grupo de extraños como otro de la familia.

 

Quiero divertirme

Y corrió y corrió alborotada. Se quedó varada en Héroes de la concepción y despertó con el sonar de las bocinas desesperadas.

Pareciera que todo Iquique estuviese contenido en esa esquina, entre luces brillantes y risas etéreas. La música la llamaba.

Solo unos pasos tímidos bastaron para encontrarse frente a frente al tagada. Y esa noche, mientras algunos se embutían el algodón de azúcar y manzana confitada, ella quería dar vueltas y vueltas y olvidarlo todo.

Agujero en el norte

Siento que esta no es mi cuna y quiero mandarme a cambiar con viento fresco. Pero algo me ata desde dentro, jalándome como ancla en lo profundo de playa brava.

Cuando me miras y me dices que este es el paraíso, doy media vuelta en Baquedano y me pregunto: ¿qué es tan espectacular que no logro apreciar? Pero ya lo veo claramente.

Pedacitos de Iquique yacen incrustados en las personas que me rodean, como los amigos que nos reunimos en una mesa del Papa gallo a celebrar con unas cervezas. Sonrío y sé que este es mi lugar.

De carnaval

«Reinas», palabra que suena de modo estrepitoso, zumbándole sus oídos y dejando al descubierto el más preciado de sus anhelos.

¿Quién es esa chica que está frente al espejo? Curvilínea, aflorando dotes de mujer nortina, forjada del desierto y gloria. Pero sentía que su piel la iba abandonando y ni el vestido cubierto de brillantes podría iluminar la penumbra que la atrapó.

«¡Reinas, al escenario!», escuchó y sintió que todo le daba vueltas. De pronto, vislumbró la corona sobre su cabeza y su cuerpo latiendo por dos. Entonces, ¿qué tenía que celebrar?

Un año

Como castillos forjados de arena cayendo al atardecer, aunque la brisa marina se vuelva más tierna, invitándote a servir la once en casa. Y llegada la noche, dan ganas de cobijarse. Patitas heladas, manos frías, cocho caliente. Y ahí, frente a frente, un nuevo año se ha ido.

Lo que yacía marchito y desplazado por el invierno, se enamora de la vida y vuelve a florecer. ¿Será la primavera o quizá son solo las ganas de verte otra vez?