sin control

Nuevamente, todo sucedió en cámara lenta, cuando Diego cogió su maleta y la tomó con firmeza, pero Fran no pudo contenerse ni dejar escapar la oportunidad. Agarró con fuerza la mano de Diego e iniciando una nueva historia que colisionaba sus mundos desconocidos, pero que ya se habían encontrado en una que otra vida atrás.

S1E01 Punto ciego

Y no sabía a quién recurrir. Porque, cuando la lluvia cayó incesante sobre mi cabeza, ¿qué más podría haber hecho? Podría dejar que la lluvia precipite sin descanso, casi como si fuese una guerra entre la naturaleza y yo. Sin embargo, pese a que busque un asilo en medio de la penumbra, puede que solo me haya encontrado conmigo mismo y su reflejo.

Quiero verme en el espejo. Descubrir que hay más allá de lo evidente. Porque pareciera que todos pueden reconocer esa sonrisa que traigo puesta sin esmero en los labios, pero, ¿será real? Si me veo directo desde el reflejo del espejo, ¿soy yo quien se encuentra del otro lado? Así que, sin más demora, miré penetrante a la figura sobre el fondo. Así descubrí las arrugas que se han cobijado del lado de mis ojos, y tal como lo dijo una eminencia, que las arrugas son solo las marcas que demuestran que he vivido. Tal vez he reído y también llorado. Pero, sobre todas las cosas, he celebrado la vida como ningún otro. Y es que la vida es una sola, ¿no?

Frente al espejo pude darme cuenta del pelo que se va tornando grisáceo. Y me encanta la forma como las ondas del cabello van jugando, danzando con el soplo del viento. También pude observar cómo la piel se reseca, pero no me molesta. Porque el tiempo sigue su curso. Ya no espera a nadie. Los años van consumiendo mi cuota de juventud y me pregunto: ¿tendrá algún sentido?

Aun así, con la ayuda del espejo, entre arruga delatora y pelo danzante, no logro darme cuenta de lo que falta, o ¿acaso se trata de alguna pieza extraviada de este rompe cabezas? Porque pieza tras pieza las he juntado. De día y de noche las he reunido todas. Contra el viento del norte y la lluvia que cae sobre mis hombros. También contra todo pronóstico y pese que nada ni nadie hacía presagiar. Pero ya se encuentra un agujero ocupando su lugar. Y pareciera que ese vacío se derrama como los mares que rompen en la orilla. Más vacío y más distante, casi perdido en el sentido de este mundo que me contrae a lo recóndito. Respirándome con todas sus fuerzas y exhalándome sin consentimiento.

Puede que necesite quebrajar esta coraza que me aprisiona, cuando la piel es tan elástica que me aprieta el corazón y las entrañas. Pero, cuando se descascaré de mí el cuerpo que me oculta y sostiene, tal vez ya nada quede. Así que, dejaré que pieza tras pieza caigan sobre tierra fértil y me permita aflorar a borbotones.

Y mientras dejo que la lluvia me enjuague todito el vacío, consentiré que el claro de luna me persiga por el cerrojo de mi armadura, esta que se tropieza entre cenizas para transformarse, así, de pronto, en vida que palpita sobre el universo.

Para Valentín, con amor…

Creo que nunca voy a poder entender, ¿sabes? Porque, al menos, como tres veces al mes me dedico a pensar: «¿qué habría pasado si hubiese tomado otra decisión?». Y quizá nadie podría darme la certeza que estarías aquí, revoloteando; yo cantándote tonadas infinitas sobre nuestro compañerismo y tú mirándome extrañado de mis tonteras. Pero, luego de reventar mis ensoñaciones, me percato que no estás aquí. Se me aprieta el pecho y siento que el dolor burbujeante se asoma como la espuma de las olas al romper en la orilla.

Colgamos el cuadro que pintaron con tus fotografías y, aunque me siento dichoso de tenerte en presencia, siento que me estás juzgando en cada pensamiento. Y no, créeme que aún no aprendo.

Nunca olvidaré el día en que abandonaste mi mundo. Tus ojitos fueron perdiendo poquito a poco su brillo y me quedé contemplando tu cabello rojizo como el fuego, el que se extinguió frente a mí. Y susurré al viento: «vamos, mi niño, descansa de una vez. Mi niño, más ñiño, más ñiño, ñiño…», cuando tú y yo quedamos suspendidos en ese instante eterno.

Ahora que ya estás durmiendo, sumergido en un sueño del paraíso de los gatos, solo te pido que cada vez antes de dormir, nos demos un minuto, quizá solo unos segundos, para hilar nuestras vidas y volvernos a encontrar. Tú jugando a morder mis dedos y yo obligándote a abrazar mis ganas de vivir.

 

Siempre tuyo,

Para decir adiós

Venía turbulento y constante como las olas al romper. Una tras otra frente a mí.

Esa tarde, supuse que dando vueltas de playa brava a cavancha más rápido de despojaría de mí el dolor. Dejé mis huellas sobre la arena con cada paso y, justo tras de mí, tu recuerdo se fue difuminando con la brisa del mar.

Nuevo comienzo

Vino a mí como cuento del pasado, en los tiempos del salitre; de esfuerzo, sacrificio y sudor.

De pronto, pude sentir los rieles vibrar sobre el cerro dragón, y me pregunté: qué se habría sentido venir de tan lejos, cubiertos de hojas verdes que el desierto marchitó. Pero no así, los sueños de prosperidad que guardaba con recelo dentro de su valija. Glorioso sentimiento, dando pasos tímidos sobre proclamada tierra de campeones.

De celebración

Bebiendo y riendo, así es como familia y amigos pasaban sus sábados de cada mes. Cuando el reloj tocaba las 11, todos yacían alrededor de la mesa. Cena en el hogar de los Ardiaca, qué banquete.

El tío Carlos, gritó desaforado, que las papas a la huancaina estaban frías, mientras Lucia pelaba a su hermana Mariana por el vestido que se empeñaba en alardear, y yo me embutía panes con mayo casera que preparó la tía Mercedes con tanta delicadeza.

Esa noche de manjares e historias de tiempos mejores, fui cautivado por ese grupo de extraños como otro de la familia.

 

Quiero divertirme

Y corrió y corrió alborotada. Se quedó varada en Héroes de la concepción y despertó con el sonar de las bocinas desesperadas.

Pareciera que todo Iquique estuviese contenido en esa esquina, entre luces brillantes y risas etéreas. La música la llamaba.

Solo unos pasos tímidos bastaron para encontrarse frente a frente al tagada. Y esa noche, mientras algunos se embutían el algodón de azúcar y manzana confitada, ella quería dar vueltas y vueltas y olvidarlo todo.

Agujero en el norte

Siento que esta no es mi cuna y quiero mandarme a cambiar con viento fresco. Pero algo me ata desde dentro, jalándome como ancla en lo profundo de playa brava.

Cuando me miras y me dices que este es el paraíso, doy media vuelta en Baquedano y me pregunto: ¿qué es tan espectacular que no logro apreciar? Pero ya lo veo claramente.

Pedacitos de Iquique yacen incrustados en las personas que me rodean, como los amigos que nos reunimos en una mesa del Papa gallo a celebrar con unas cervezas. Sonrío y sé que este es mi lugar.