Unidos por el destino

«Nunca te prometí eternidad”. Y el corazón de Antonio se fue rompiendo, cayendo pedazo a pedazo sobre los brazos de Armando, y el brillo en sus ojos se perdió en medio de la noche. 

Justo en esa fábrica que había sido testigo de innumerables encuentros furtivos, cautivados por la atracción del uno al otro, dos amantes no sabían cómo enfrentar el mundo que se les venía encima. Los latidos de ambos gritaban que eran el uno para el otro. Pero esa noche, ni el universo fue capaz de confabular en favor de su amor.

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